Ya no te guardo
se deshizo la cima de
la montaña
en donde creí que estabas parado,
desde donde solías mirarme, de a ratos.
Extrañamente esa montaña
sacralizada
se derrumbó, de un día para otro
cuando en la mitad de la montaña
en la mitad de la mentira o en la mitad
de la verdad, yo
creía caminar.
Pude oir el ruido de piedras
cayendo,
las nuevas (y últimas) esquirlas que hicieron
pequeños tajitos en toda mi piel.
Entonces, miré para
arriba
un poco melancólicamente
y de esa noche
abierta, estrellada
como las que ves en el campo,
una luna brillante y tenue
al mismo tiempo
me guiñó el ojo y me
dijo:
¡boba!, ¡al fin me podés ver!
Entonces, me dije: Nada más abajo que la luz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario