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ya que estamos... MARIO LEVRERO*






Aquello que hay en mí, que no soy yo, y que busco.

Aquello que hay en mí, y que a veces pienso que

también soy yo, y no encuentro.

Aquello que aparece porque sí, brilla un instante y luego

        se va por años

        y años.

Aquello que yo también olvido.

Aquello

próximo al amor, que no es exactamente amor;

que podría confundirse con la libertad,

con la verdad

con la absoluta identidad del ser

-y que no puede, sin embargo, ser contenido en palabras

pensado en conceptos

no puede ser siquiera recordado como es.

Es lo que es, y no es mío, y a veces está en mí

(muy pocas veces); y cuando está,

se acuerda de sí mismo

lo recuerdo y lo pienso y lo conozco.

Es inútil buscarlo; cuanto más se le busca

más remoto parece, más se esconde.

Es preciso olvidarlo por completo,

llegar casi al suicidio

(porque sin ello la vida no vale)

(porque los que no conocieron aquello creen que la vida no vale)

(por eso el mundo rechina cuando gira).


Este es mi mal, y mi razón de ser.


***


He visto a Dios

cruzar por la mirada de una puta

hacerme señas con las antenas de una hormiga

hacerse vino en un racimo de uvas olvidado en la parra

visitarme en un sueño con el aspecto repulsivo de una babosa gigantesca;

he visto a Dios en un rayo de sol que oblicuamente animaba

      la tarde;

en el buzo violeta de mi amante después de una tormenta;

en la luz roja de un semáforo

en una abeja que libaba empecinadamente de una florcita

miserable, mustia y pisoteada, en la plaza Congreso;

he visto a Dios incluso en una iglesia.



PRÓLOGO de “El discurso vacío”, de Mario Levrero  (1996)




* escritor uruguayo, 1940-2004



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