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¿Dónde estaba? ( PARTE I)

Foto: Calle Balcarce ( entre Santa Fe y Córdoba)



-Espero que sea puntual, que no se retrase la nueva maestra en esta primera reunión de padres, porque hoy tengo clases a las nueve y media.
Sin pensarlo demasiado y con todavía algo de sueño y desgano, me senté en uno de los banquitos del patio cubierto de la escuela a esperar.
- ¡María!... ¿me pasás la tarea?, - ¿estudiaste de memoria la poesía?, - su hija es la mejor alumna, pero como no empezó desde primer grado en la institución... resonaban nostálgica y hasta tiernamente en mis recuerdos algunas vivencias de aquel lejano séptimo grado cuando una voz grave, gravísima interrumpió abruptamente mi fuga. Levanté la cabeza y quedé atónita, ¡era mi maestra de Lengua de séptimo grado! Sí, la Nidia, la que nos torturaba con los autodictados casi todos los días, la que nos obligaba a estudiar las poesías de memoria, como así también la que nos hizo conocer a Platero y yo, a disfrutar de la lectura de Mi planta de naranja lima, del principito, de emocionarnos con el dibujo de la boa abierta, la rosa elegida y cuidada en una campana de vidrio, los planetitas, el zorro, el fin de mi niñez.
-Entren mamás -, dijo apresurada y hasta un tanto molesta.
Me senté en el primer banco junto a la ventana. El sol iluminaba los ángulos del centenario salón, el mismo que supo escuchar como un cómplice mudo tantas preguntas, las risas inocentes, los llamados de atención, el no no, si sí de siempre.
¿Dónde estaba?
Saqué rápidamente mi cuadernito y empecé a anotar esmeradamente las indicaciones que me daba la seño, la flamante maestra de séptimo de Celina; reproducía minuciosamente todos los requerimientos y advertencias, con puntos y comas:
-“Short no más arriba de la rodilla, chomba larga, cabello recogido. Pero al levantar la vista al frente, en un intervalo en las indicaciones, ya no pude ver su figura ni su voz...
- ¡La seño no está!
- ¿Por qué se escuchan tantas sirenas de autos desde afuera?
- ¿Qué son esos gritos?
- ¿Quiénes dan órdenes?
Durante varios minutos la esperé paralizada, asustada, desvalida.
¡Nenas!-nos dijo con la voz quebrada al regresar, no se asusten pero llamamos a los papás porque hubo un accidente enfrente, en calle Balcarce, y se suspenden las clases por seguridad.
-¿Un accidente?- gritamos al unísono sin entender.
Y sin pensar me trepé junto con Miriam a espiar por la ventana. Muchos autos verdes, hombres uniformados y entonces pude ver a una mujer, a una mujer con una panza enorme a la que sostenía con sus manos, parada en el borde de un balcón alto lloraba desconsoladamente y parecía que intentaba escaparse volando, estaba descalza y con un camisón blanco. Hacía frío, mucho frío.
-¿Seño... porqué hay tantos policías y autos en la calle?, preguntaron las otras del fondo del salón, y se abalanzaron hacia donde estábamos nosotras al vernos trepadas a la ventana.
- A sus lugares chicas, hubo un accidente, los padres ya los vienen a buscar, no se asusten.
Pero como yo estaba ya muy cerca de la Nidia, en el primer pupitre, detrás de sus anchos y oscuros anteojos y desde abajo pude descubrir la mirada del horror, y en pocos segundos volví, aturdida, autómata a la ventana de calle Balcarce y sí. Está la mujer, en camisón, pero ahora la veo echada en la calle boca abajo, no se sostiene su panza como hace instantes había visto o creído ver que estaba volando, está inmóvil.
¿Dónde estaba?
-¿La mamá de Celina la nena ingresante? preguntó en voz alta la Nidia.
Y levantando la mano, dije: Si, seño…soy yo.
Y al mismo tiempo me vi corriendo, salté por la ventana de calle Balcarce sin respirar, miré por un momento el último piso del alto edificio, y descalza me escapé, volando.

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