XXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXX
XXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXX
XXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXX

voz callada






Las ocho de la noche.
Una mujer se hace preguntas
en un café
frente a la Avenida Olleros.
Se interroga acerca de
cómo podría remediar
su nueva y absurda
condición de ser/expulsada
de su mundo/refugio,
ése, en el que se sentía
más o menos a gusto
desde hace tantos años.

Ella sabía lo que le iban a decir,
que hiciera un esfuerzo
por mirar las cosas
con más distancia.
“Como si fuera tan fácil”, decía:
“hay que estar en la piel”.

La verdad es el abandono.
El abandono de una laringe
cansada a sus cuerdas
- la casita segura-, creían.
Y ya no cree,
no tan de adentro.

Sale a la calle.
Se cruza al bonito
e iluminado
cantero central.
Se detiene  en un puestito
de plantas y flores,
parecen susurrar rocío.

¿Se atrevería ella a cantar?

Un glissando espera,
desespera.
Se ahoga en su boca
casi llegando a libertador,
en un súbito y metálico
ruido de cacerolas,
perturbando el aire,
el alma, una vez más.


No hay comentarios: