Sólo cuando la mirada se abre al par de lo visible se hace
una aurora
M. Zambrano
Volví
a aquel lugar,
el
portero apenas
si
me reconoció,
me
dejó pasar.
Crucé
el patio
en
diagonal
con
pasos desarticulados
comprimí
mi voz ronca
transfigurando
la extrañeza
en
el recuerdo
de
lo que creía
era
parte de mi vida:
las
luminosas mañanas
de
pasos blandos
y
de pájaros cantando.
Yo
quería hablar,
quería
una mirada
una
palabra mansa
pero
no, la puerta
no
se abrió,
me
quedé inmóvil
el
impulso inicial
estalló
a pedazos
y
se volví a la calle,
sin
decir nada.
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